Al menos 150 perros, gatos, gansos, gallinas y caranchos han muerto en un genocidio animal inexplicable, en la madrugada del jueves al viernes a la noche de la semana pasada, en Pirovano, a casi 400 kilómetros de Buenos Aires. Un poderoso veneno con contenidos “fosforados” y alto poder residual, distribuido en cebos de carne de cerdo, de pollo y de vaca, produjo el exterminio, que dejó en riesgo a la población y, especialmente, a los niños que juegan en su espacio público. Lunes y martes las clases debieron ser suspendidas para limpiar los colegios de cualquier signo de cebo. Rastrillaron las plazas, comenzaron a desmalezar los baldíos en medio del dolor y la furia de la gente, que no tiene aún una respuesta y se pregunta el por qué.
Los empleados municipales tomaron más precauciones que el primer día para rescatar los cadáveres de los animales muertos por aviso de los expertos en toxicología, que recomendaron no quemarlos sino enterrarlos. Los que han estado en contacto con animales muertos deben desinfectar todo con lavandina y agua caliente. No es prudente que los chicos jueguen en la calle o en los jardines donde han habido perros enfermos.
Atónitos, desesperados, los vecinos veían morir a sus mascotas y despertaron en plena madrugada a los tres veterinarios del pueblo para tratar de salvarlos. El primer caso se produjo a las 11 de la noche de ese jueves y las muertes se sucedieron durante todo el fin de semana. El cadáver de Rafael, el gato, fue encontrado por mamá el miércoles pasado en su techo. Todos morían con síntomas parecidos: hemorragia interna y destrucción del sistema nervioso. La Policía Científica en La Plata está esperando el resultado de los análisis de las vísceras para determinar de que veneno exactamente se trataba.
Los veterinarios poco pudieron hacer, salvo algunas excepciones. La macabra sucesión de muertes fue una tragedia familiar para cada uno que perdía su mascota, un llanto interminable para los chicos, un trauma colectivo, tan grande como la bronca y la búsqueda de explicaciones, hasta ahora inexistentes.
Unos días atrás, una perra en celo estaba siendo seguida por unos 15 perros, abandonados algunos y con dueño la mayoría, por las ocho cuadras por ocho de Pirovano. Algunos vecinos se quejaron a la municipalidad. Pero nadie imaginó que alguien podría organizar “este atentado contra Pirovano y el partido”, como prefirió definirlo el médico e intendente de Bolívar, Eduardo “Bali” Bucca.
Pirovano no tiene delegado, en espera que se instale un sistema que permita que la gente lo elija, según Bucca.
Noventa personas furiosas y preocupadas acudieron a la reunión en el edificio “ art deco” de la delegación de Pirovano el domingo. Todas eran víctimas de la masacre de sus mascotas. Hubo tensión, gritos, reproches y redoblantes. El intendente, representante del kirchnerista Frente Para la Victoria, no fue ese día al encuentro. Pero esta semana recorre las calles del pueblo tratando de calmar a los furiosos y devastados vecinos.
‘Esto ha sido pensado y planificado por más de una persona. Aquí nadie mata a un perro. Quien desparrama 30 ó 100 ó 200 kilos de veneno en un pueblo sabe muy bien lo que está haciendo y lo que está generando. Es un hecho sumamente grave”, dijo el doctor Eduardo Bucca, en una conversación telefónica con Clarín.
La doctora Sebastián es la fiscal a cargo del caso en la UFI 1 de Bolívar y recorrió las calles de Pirovano entrevistando víctimas y buscando testimonios. El cebo envenenado no sólo estaba distribuido en las veredas y esquinas del pueblo sino en el interior de las jardines de algunas casas, donde dormían las mascotas y jugaban los chicos. La jefa de bromatología, Andrea Sasia, tiene tal shock que ha pedido ayuda a un psicólogo.
Las familias tratan de conformar a los chicos que perdieron a sus animalitos brutalmente. Oscar Ibánez, el kirchnerista del Comité de Crisis, concejal y ex empleado de la farmacia, prefiere pensar que es “un atentado político” y llama a la gente a “declarar sin miedo a la Justicia”.
La gente en Pirovano tiene una sospecha: se pregunta qué hacían las barredoras municipales, que inusualmente recorrieron las calles del pueblo, aun las de tierra, esa noche.
El intendente Bucca descarta esas sospechas. Explicó a Clarín que cada barredora tiene un GPS y que él, ahora, gracias a esa tecnología, tiene el recorrido que hicieron esa noche. Falta saber si coincide con los lugares donde aparecieron los cebos. Será la Justicia la que deba dilucidar el caso.
Bucca dijo que “entre el lunes o martes de la próxima semana se conocerán los resultados del análisis del veneno que fue distribuido en el pueblo y provocó la intoxicación y muerte de los animales”.
Los veterinarios determinaron que los animales murieron por hemorragias internas y destrucción del sistema nervioso.