Que si la música se muere, que si los creadores van a pasar hambre… Respóndanme a una sencilla pregunta. ¿Cuánta gente que crea arte en España vive de ello?
Hablaré tan sólo del sector que más conozco, el de la literatura. Yo diría que, aproximadamente, el 95% de los escritores españoles, tal vez más, no viven de lo que escriben. Publican en tiradas de 1.000, 2.000 ejemplares, y perciben por cada uno de los que en efecto se vende 1 o 2 euros. Es decir, por un trabajo que puede costar meses, incluso años, tal vez cobran 3.000-4.000 euros. Con suerte.
En el caso de la poesía, las tiradas más corrientes son de 500 ejemplares, y los ingresos por tanto de muchos menos de 1.000 euros por volumen publicado. ¿Acaso se ha muerto la poesía?
Cada vez que un músico o algún otro paniaguado de la SGAE afirma que la situación que se va definiendo va a suponer el fin de su arte, está de hecho insultando a todas esas personas que entregan horas a su pasión sin esperar por ello más que una reducida compensación.
Escritores admirables que en lugar de dedicar su tiempo a ver la tele, echan horas a sabiendas de que el esfuerzo no será compensado, por la simple razón de que necesitan expresarse. Algunos de ellos, por cierto, escriben bastante mejor que los Juan Manuel de Prada de turno.
Cada vez que el cine o la música reciben un trato especial por parte de las administraciones o los medios de comunicación –no hablemos ya de la posibilidad de que se les subvencione-, se establece un agravio comparativo con los miles de personas que triunfan en sus propios campos de creación, pero que no pueden vivir de ello por no formar parte de una industria.
Por si todo esto fuera poco, está por demostrarse que el intercambio de archivos entre particulares suponga un golpe decisivo para la música. Al menos, para los buenos músicos que son capaces de defender su trabajo dando conciertos, apartado éste en el que se han multiplicado los ingresos.
Los productos prefabricados de marketing en cambio, bien es cierto, tienen menos salidas profesionales cuando el consumidor tiene libre acceso a todo tipo de música, incluyendo la buena. También anda de capa caída la industria de ventas de cds, ese magnífico invento con un coste de producción de 50 céntimos que nos han vendido durante años a 20 euros.
Ya vale de repetir disparates, por favor. Acostúmbrense a la nueva situación y dejen de condicionar la vida pública de este país con sus puñetas. El que pueda ganarse la vida dando conciertos y vendiendo por internet, estupendo. El que no, pues que se dedique a otra cosa y punto. Como muchos magníficos escritores deben dedicarse a otra cosa, o también un creciente número de periodistas que no tienen más recurso para difundir su trabajo que internet.
Y es la última vez que escribo de este tema. La realidad se va a mostrar tozudamente en su contra: no son más que un sector agotado que busca ser mantenido artificialmente, pero se les ve tanto el plumero que no les va a funcionar. La ley esa, de verdad, no va a ir a ninguna parte, es un absurdo.
Con la de cosas pendientes que hay en este país, a ver si podemos dedicarnos un poco más al futuro, y no a los coletazos del pasado.
Es mi propósito para el nuevo año. Hasta entonces, felices días de descanso para quienes los disfruten.
blogs.cincodias.com/la-nueva-cultura/2009/12/las-tesis-de-lo...
Hablaré tan sólo del sector que más conozco, el de la literatura. Yo diría que, aproximadamente, el 95% de los escritores españoles, tal vez más, no viven de lo que escriben. Publican en tiradas de 1.000, 2.000 ejemplares, y perciben por cada uno de los que en efecto se vende 1 o 2 euros. Es decir, por un trabajo que puede costar meses, incluso años, tal vez cobran 3.000-4.000 euros. Con suerte.
En el caso de la poesía, las tiradas más corrientes son de 500 ejemplares, y los ingresos por tanto de muchos menos de 1.000 euros por volumen publicado. ¿Acaso se ha muerto la poesía?
Cada vez que un músico o algún otro paniaguado de la SGAE afirma que la situación que se va definiendo va a suponer el fin de su arte, está de hecho insultando a todas esas personas que entregan horas a su pasión sin esperar por ello más que una reducida compensación.
Escritores admirables que en lugar de dedicar su tiempo a ver la tele, echan horas a sabiendas de que el esfuerzo no será compensado, por la simple razón de que necesitan expresarse. Algunos de ellos, por cierto, escriben bastante mejor que los Juan Manuel de Prada de turno.
Cada vez que el cine o la música reciben un trato especial por parte de las administraciones o los medios de comunicación –no hablemos ya de la posibilidad de que se les subvencione-, se establece un agravio comparativo con los miles de personas que triunfan en sus propios campos de creación, pero que no pueden vivir de ello por no formar parte de una industria.
Por si todo esto fuera poco, está por demostrarse que el intercambio de archivos entre particulares suponga un golpe decisivo para la música. Al menos, para los buenos músicos que son capaces de defender su trabajo dando conciertos, apartado éste en el que se han multiplicado los ingresos.
Los productos prefabricados de marketing en cambio, bien es cierto, tienen menos salidas profesionales cuando el consumidor tiene libre acceso a todo tipo de música, incluyendo la buena. También anda de capa caída la industria de ventas de cds, ese magnífico invento con un coste de producción de 50 céntimos que nos han vendido durante años a 20 euros.
Ya vale de repetir disparates, por favor. Acostúmbrense a la nueva situación y dejen de condicionar la vida pública de este país con sus puñetas. El que pueda ganarse la vida dando conciertos y vendiendo por internet, estupendo. El que no, pues que se dedique a otra cosa y punto. Como muchos magníficos escritores deben dedicarse a otra cosa, o también un creciente número de periodistas que no tienen más recurso para difundir su trabajo que internet.
Y es la última vez que escribo de este tema. La realidad se va a mostrar tozudamente en su contra: no son más que un sector agotado que busca ser mantenido artificialmente, pero se les ve tanto el plumero que no les va a funcionar. La ley esa, de verdad, no va a ir a ninguna parte, es un absurdo.
Con la de cosas pendientes que hay en este país, a ver si podemos dedicarnos un poco más al futuro, y no a los coletazos del pasado.
Es mi propósito para el nuevo año. Hasta entonces, felices días de descanso para quienes los disfruten.
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